lunes, 9 de julio de 2012

Una solita

Muchas veces en su vida había pensado las cosas matemáticamente. Tenía la manía, la fobia, -o la costumbre, nadie lo entendía bien- de traducirlo todo en números, en razones numéricas. Era su ética, su manera de decidirse.

Si muchos dilemas se nos aparecen en palabras, a él se le aparecían en números, en porcentajes y reglas de tres simples. Todo instante era vivido con confusión, con la pregunta de cuántas personas en el continente, en el barrio o en el mundo entero estaban pasando por lo mismo que él: un pensamiento, una mueca o una casualidad como su nombre. Los números lo atrofiaban pero le daban sentido; lo dirigían.

Así, no le gustaba andar en bicicleta, odiaba las motos y prefería, por sobre todas las cosas, viajar en avión, no importara a cuántos kilómetros sobre la tierra estuviese, qué tan lejos de suelo firme se encontrara. Es que allí se sentía seguro. Allí los números le daban la razón; estaban de su lado. Abajo, demasiadas preguntas sin respuestas, demasiadas posibilidades imposibles de registrar y, por lo tanto, inseguridades imposibles de resolver.

Demasiadas contingencias y arbitrareidades.

La matemática era su manera de controlarlo todo. En su mente debían estar todas las opciones, todos los azares. Nada debía sorprenderlo. Nada debía desconcertarlo. Fuera de su lógica aburrida, no debía haber nada. Y no lo había. Ese era su éxito.

Así fue hasta que un día, cuando su mente parecía a punto de explotar, conoció a una mujer que le rompió todos los esquemas. Una probabilidad en un millón, pensó al verla, con el pelo rubio suelto y los labios perfectos y carnosos. Era ella, nadie más. Una probabilidad en un millón es mucho, se dijo inmediatamente y dejando los números por primera vez de lado, luchó en la adversidad.

2 comentarios:

Ayelén B. dijo...

"Una probabilidad en un millón"

Imaginate que si la mina lo dejaba alguna vez el chabon le empezaba a tirar todas las cifras encima (y ni hablar si era de esos que piensan que el tiempo es oro, le iba a cobrar ese tiempo con intereses)

Florci dijo...

Me gusta la parte donde lucha contra la adversidad. Matemática siempre me aburrió por eso, porque no deja nada librado a la imaginación siempre tiene una respuesta lógica para todo. Y yo soy de las que les gusta tener un poco de incertidumbre en su vida. Bien por el muchachito, que tiró a la mierda la lógica.

(El código para demostrar que no soy un robot se pone cada vez mas complicado)