jueves, 7 de febrero de 2008

El 10

Nos deja el equipo sin recambio, sin frescura en el mediocampo, sin glamour, porque eso es lo que transmite él fuera, y no sólo fuera, sino también dentro de la cancha. Uno de esos tipos que corren la pelota, y la piden siempre. Uno de esos que podés estar en la tercera bandeja pero igual reconocés esos movimientos, ese estilo, esa forma de cuidar la bocha; hasta con verlo caminar te das cuenta que es él. Inconfundible pegada, pases precisos y, algo poco común, siempre la frente alta, oteando a cada lado de la cancha. Con él no hay grises. Ó blanco ó negro. Odio o ternura. La gente lo aplaude o lo chifla; lo ama o lo odia. Algunos lo tienen como ídolo; otros como enemigo. Es lo que se supo ganar desde chiquito, sólo con una pelota, unos palos, el verde césped y unas líneas de cal. Es el líder de la cancha: ordenando, dirigiendo, marcándole a sus compañeros errores y virtudes; en fin, el ritmo del equipo… Si bien hay quienes lo critican, nadie puede negarle, -periodistas o fanáticos- que al fútbol lo vive y lo siente como pocos en cada partido. Transpira como si de una prueba se tratase. Grita poco los goles, es cierto. Calla en señal de respeto. Tampoco sonríe. Pareciera como si sufre cada pique corto, cada pelotazo hacia arriba, cada minuto del encuentro. Sus códigos son otros dentro de la cancha; es humilde al extremo, aunque cuando no se lo respeta, puede correrse todo el mediocampo simplemente para gritar un gol. Nunca pide salir del campo de juego, ni aunque su equipo esté jugando mal y el resultado no acompañe. Y quizá también su mayor virtud sea agrandarse en las difíciles. Eso afirman sus seguidores. Si alguno intenta desmoralizarlo o simplemente bajarlo en cancha, como quien dice, él se agranda y es cuando más la pide. Una patadita de más puede ser contraproducente. Se agranda y agranda a su equipo. Juega las finales como verdaderos partidos de potrero, dejando cuerpo y alma en cada minuto. Y si el técnico lo saca, él putea, pero sale, como un grande, aplaudiendo a cada lado de las tribunas. Con su rostro cansado y su mirada gacha. Y ahí es cuando la gente responde. La gente de pie, ovacionando a una de sus figuras. Al 10 del equipo. Al que dirige. Fuera y dentro de la cancha.