martes, 30 de septiembre de 2008

Dale campeón

Cinco años colgando pelotas, atando trapos, pinchando bochas, en serrano, en muni; en la playa, en el patio del colegio, en la calle, en todos lados. Cemento, tierra, polvo. Cinco años, y justo venimos a ganar el último, el más preciado. Nos vamos con la medalla en el pecho. Y con los huevos bien puestos. Con la satisfacción que nos merecemos de ser quince personas, y todas todas pateando para un mismo lado. Más allá de diferentes estilos, formas de jugar, de ver al equipo, todas tiramos para un mismo lado, y podemos decir hoy que somos un equipo, afuera y adentro de la cancha. Porque hace cinco años que venimos pensando en lograr el campeonato como algo lejano, y conseguirlo en quinto… qué lindo.

Hoy no me hago el boludo: hoy les respondo a los que decían que tenemos un lindo equipo: qué sí, que tienen razón. Hoy lo aceptamos. Pensar que perdimos 6 a 1 con los que ahora les ganamos 3 a 0, increíble. Pensar que en tercero llegamos a la final casi que esperando un milagro, que obviamente no se dio. Pero que ahora dependíamos de nosotros, de pararnos bien en la cancha y poner todo lo que había que poner.

Hoy, que se acerca el fin de la secundaria, hoy recién podemos decir que cumplimos un objetivo. Que logramos algo que veníamos queriendo desde hace mucho tiempo. Y que nos lo merecemos, viejo. Que no solamente nos vengan a felicitar por el primer puesto, sino por el grupo humano, es una alegría inmensa, doble. Después de tantos quilombos, votaciones, decisiones… Que hoy nadie se queje de haber jugado menos, de haber salido, de haber ido al arco, habla muy bien de todos nosotros. Hoy sabemos que acá nadie quiso cagar a nadie, que acá todos luchamos por lo mismo y que acá el primer puesto lo conseguimos entre todos. Que todo se hizo por el equipo, por la división, por la camiseta. Por la hinchada, también.

Sabemos que dentro de cincuenta años cuando pasemos por el campo de deportes va a estar nuestra foto, ahí, colgada, en la vitrina de los campeones, que nos va a despertar quién sabe qué sensaciones más extrañas. Que vamos a exagerar, obvio, y a nuestros hijos les vamos a decir “en quinto teníamos un equipazo”. Y lo más lindo es que quizá... quizá nos crean.

Se puede decir ahora que nos ganamos el respeto de todos. Porque antes éramos el partido fácil, esa es la verdad. Jugaban contra nosotros y sabían que podían ir a la fiesta y el sábado hasta golear fácil. Pero ahora no. Pensar que ahora algunos de otras divisiones están diciendo “y pensar que nosotros les robamos un empate”. Vamos a jugar muchas finales en nuestras vidas, pero no sé cuántas se van a poder acercar a lo que sentimos el otro día.

Hoy, me pellizco el brazo y sigo gritando: dale campeón.