miércoles, 8 de abril de 2009

Desde que leí aquel libro, una figura sobrevuela mi cabeza, revolotea mis pensamientos, eleva mis actos y mis formas. Una figura que cabalga dentro mio, que recorre mis venas y que se torna cada vez más presente. Que jamás imaginé descubrir. Una silueta que empezó siendo abstracta, mera figura pasajera, pero que ahora es. Se me abalancha a cada paso, a cada desición, cada palabra. Está. Es y no es a la vez. Una silueta que intenta guiarme, que intenta mostrarme su verdad, compartirla. Que aparece y se estampa sobre mí.

Ser

Tengo una sola función en esta vida. Es algo a veces bastante monótono, aburrido, tedioso. Uno se cansa de hacer siempre lo mismo. No hay variantes ni grises. Vivo todos los días de mi existencia con un simple temor: que me dejan de lado, que no me consideren útil. Ya han pasado muchos años, y me siento algo oxidado, mareado, como que todavía no encuentro mi rumbo. He recorrido lugares hermosos, paisajes increíbles, lagos del Sur y Ríos del Norte, pero ni eso siento que me llena. A veces me siento en una soledad que realmente me desespera.

A propósito de mi singular propósito tengo sensaciones extrañas. A veces siento que no me cuidan. Como que a nadie le importo. Si bien a veces me rozan con las manos suavemente, no lo hacen con cariño, si no con un frío interés que me conmueve. Pareciera como que me tienen miedo, como que creen que soy capaz de herir, de hacer daño, pero eso no es verdad, o no enteramente, ya que esa no es mi intención. Incluso recibo halagos -pocas veces-, pero hay algo que todavía no entiendo, y que parece que nunca entenderé. Es así como todo parece encaminado en un principio, como si al fin encontrase el cariño y el cuidado que necesito, pero después, en un acto de suma indiferencia, despego, y apatía, me revolean por el aire, una vez, dos veces, tres veces, y así... Cuatro, cinco... No se conforman con un tiro, si no que cada vez intentan lanzarme más lejos.




lunes, 6 de abril de 2009

Volar

En serio te digo. Voy a volar. Lo decidí hace unos días. Me cansé de estar pisando esta tierra sucia, a veces un tanto húmeda, un tanto seca. Es así como opaca, sin gracia, a veces descolorida, de un tono amarronado, de un marrón muy fuerte. Me cansé de este marrón. Quiero alcanzar otras latitudes, quiero tocar otras superficies. Quiero conocer la arena. Quiero volar. Volar como lo hacen los pájaros. De día y de noche. Volar como nunca jamás voló nada ni nadie. Animal, pájaro, bicho o persona. Es simple lo que quiero. Quiero llegar arriba, allá lejos, y no volver hasta tocar lo azul del infinito. Tocarlo y sentirlo. Tocar una nube; sentir ese espacio denso y a la vez vacío. Quiero incluso abrir la boca y llenarme de nubes la garganta, como cuando era chica y comía en la plaza esos copos que yo creía de nubes, y tener ese recuerdo por siempre.

Quiero tropezar con las nubes... aunque pensándolo bien creo que quizá es un poco lejos. Con volar me conformo. Quiero volar con las alas bien abiertas -porque también quiero tener unas alas enormes que me salgan de las costillas (pero no así nomás, sino de forma natural, como las tienen las aves). No solamente tienen que ser grandes, sino también coloridas; alas monumentales. Quiero elevarme para luego caer en picada. Surcar el cielo, planearlo. Ir de aquí para allá. Quiero revolotear por sobre las cosas de este mundo, y porqué no de otro también, si es que tengo el coraje para hacerlo. Sólo es cuestión de animarme creo yo. Quiero conocer el mar, desde hace tiempo. Quiero volarlo todo; todos los mares, ríos y montañas, todas sus laderas y todos los márgenes de todos los ríos. Que no me quede ninguno por recorrer. Quiero que sean míos, al menos por un rato. Quiero ir de un lado a otro. Quiero observarlo desde arriba, contemplarlo todo, y conocerlo quiero. Volar como vuelan las aves, sin importar el rumbo. Solamente eso quiero.

Realmente creía que iba a volar.
Y voló.