domingo, 28 de marzo de 2010

Noble

Empezó como un don nadie, bien desde abajo, pero de a poco fue subiendo escalones gracias a su prosa sencilla y clara, a su buen escribir y a sus brillantes descripciones. Sin embargo, siempre ocupó prácticamente esa misma silla vieja de escritorio, la cual le significó grandes problemas en su espalda, ese mismo teclado destruido y esa misma máquina del año del pedo, que se reiniciaba a cada rato y tardaba como 10 minutos en volver a prenderse. Por suerte, eso le daba tiempo para tomarse un cortado, que conseguía en el entre piso a tan sólo unas monedas: la máquina también seguía siendo la misma, aunque el café cada vez un poco más intomable. Trabaja en el diario desde hacía más de 20 años.

Desde su primer ascenso, facilitado por una buena relación con su jefe, se había dedicado a escribir notas informativas que con suerte alcanzaban los 800 caracteres. Pero como dijimos, se empezó a destacar por sobre el resto. Era puntual, correcto, no traía problemas, y su apellido empezaba a adquirir renombre. Así, empezó a firmar las notas, las cuales se fueron agrandando y ganándose un lugar en las primeras páginas del periódico. Empezaba a hacer también notas de opinión, crónicas de color. De información general, pasó a la sección de política. Pero el salario apenas se modificó. Su silla seguía siendo la misma, y para peor, las horas de trabajo se alargaron: ahora también trabajaba los sábados.

Pese a los horarios, a él le gustaba trabajar en el diario. Le gustaba escribir y realmente era bueno. Siempre había anhelado eso: ganarse la vida escribiendo. De eso se trataba. Así pasaron los años. Pasaron gobiernos, pasaron modelos, pasaron algunos periodistas que trabajaban junto a él, y cambió su jefe. Nunca había tenido problemas con sus notas, jamás. Siempre cuidaba la extensión de las mismas, las revisaba algo así como veinte veces y recién ahí las entregaba, limpitas y listas para publicar. Estaba acostumbrado a las felicitaciones. Pero con este nuevo director, por primera vez, había tenido problemas. Escribió una nota sobre un poderoso empresario local y al otro día apareció recortada. Tuvo una discusión fuerte que retumbó por todos los pasillos; a pesar de esto, mantuvo su puesto. Incluso más tarde recibió un ascenso, y la muy preciada silla nueva; acolchonada y con respaldo. Sin embargo, nada fue lo mismo. Ya no se sentía tan a gusto y mantenía algunas diferencias claras y expresas con algunos de sus compañeros.

Los tiempos políticos fueron modificándose y el diario adquirió una clara posición ideológica que, si bien no era novedosa, sí lo era su forma: no se pretendía ocultar. La confrontación con el gobierno de turno era evidente. Él, a pesar de reconocer ciertos excesos en el manejo de la información, compartía la opinión pública del diario: la libertad de prensa, la libertad de expresión, etc. Él decía criticar noblemente. Y es lo que hacía. Aunque ya tenía claro que el discurso de la empresa no era todo lo que pregonaba: los intereses económicos de la marca estaban a la vista. Sus compañeros y él charlaban de estos asuntos, pero estaban dispuestos a aceptar ciertos manejos cuestionables: ya eran muchos años en la empresa. Algunos menos hicieron públicas sus quejas y de a poco fueron perdiendo sus puestos. Era predecible. Otros directamente renunciaron.

En poco tiempo, se sucedieron algunas leyes polémicas dictadas por el Ejecutivo que tocaron ciertos intereses que no eran manifiestos, aunque sí sabidos. La polarización, así, fue cada vez mayor. El diario mantuvo su perfil e incluso lo radicalizó. Se empezó a cuestionar desde ciertos sectores el rol del periodismo, pero ante estos cuestionamientos él se hacía firme: creía injustos estos planteos: él siempre escribió lo que quiso, y afirmaba que sus compañeros hacían lo mismo. Y era verdad. Sólo hubo una ley que lo hizo confrontar claramente con la cúpula del diario: una que intentó regular el mercado de los medios de información. Él se tomó el trabajo de leer las más de doscientas páginas de la ley, y no la vio tan mala como el diario publicaba en sus primeras hojas. Tuvo una segunda discusión con su jefe, ante su intención de emitir su juicio dentro de sus notas y terminó por aceptar su reemplazo en la sección de política, no sin un claro malestar. Malestar que fue acrecentándose a través de los meses.

Ya no compartía ni los titulares de la primera página, ni la selección de las noticias. Le parecía que había claros huecos informativos. Había temas sin tocar, y otros claramente manipulados. Esto no es lo que él quería. En fin, empezaba a dudar de su honestidad como profesional con la permanencia dentro del diario. Sin embargo, la renuncia, un futuro incierto y el ingreso en un vacío que no sabía cuánto saldría en salir lo silenciaban.

Hasta que un día por la mañana en la redacción recibió de boca de un compañero la noticia que jamás se hubiera imaginado: los hijos de la dueña de la empresa, que se sabían adoptados según el Clarín y apropiados según el Página, eran hijos de un compañero suyo con el que había militado en el 76, secuestrado por las fuerzas militares y al día de hoy desaparecido. Ese fue su basta. Al otro día renunció.

lunes, 15 de marzo de 2010

El primer día

Lo primero que pienso cuando repienso el día de hoy es el paso del tiempo. Pienso en lo lejos que imaginé este momento en toda mi vida cuando lo creía casi imposible e inalcanzable. Finalmente hoy empecé, hoy cursé, hoy hablé de cátedras, de finales, de presencias obligatorias, de módulos; en fin, hoy cambió gran parte de lo que hasta el año pasado era mi rutina. Hoy empecé una etapa nueva, quizá la última -académicamente hablando- y seguramente la más decisiva en cuanto a que va a definir lo que voy a ser y hacer el resto de mis días. Pienso en el cambio de ambiente, y por suerte la impresión que tengo ahora, ya de noche y escribiendo en mi cuarto, es, si se me permite decirlo así... “no negativa”. Pienso en lo mucho que va a haber de política en la carrera, en los lavados de cerebros, en los chupa medias que no van a faltar y va a haber que soportar escuchar (en este sentido, ya estoy por suerte advertido por mi cuñado); también en cuánta gente de distintos lugares, edades y colores.

Se me grabaron en la mente dos muchachas: una de Tierra del Fuego que vive hace tan sólo un mes en la Gran Capital y una chica aparentemente de Córdoba. Por cierto, las dos estaban igual de desconcertadas, aunque bien podría decir que los desconcertados éramos tres… O quizá más, porque varios nos encontrábamos en nuestro debut oficial como “universitarios”; se notaba, se respiraba en el ambiente. Ahora se me viene a la mente otra chica: un “bomboncito”. Esto fue una buena noticia, ya que mucho se hablaba en la previa de “las de medicina” y en la poca reputación que tienen las carreras humanísticas en cuanto a este tema se refiere. Cuando digo que “se hablaba” me refiero a las reuniones entre mis amigos del secundario y en los comentarios que se hacían en la previa a este primer día. La muchacha era morocha, discreta y parecía también bastante perdida; tampoco se preocupaba por fingir lo contrario. No dijo ni una palabra y apenas el profesor anunció el final de la clase, tomó su cartera y salió, primera, solemnme, por la puerta casi destruida del aula del tercer piso. Quizá coincidamos en alguna materia más, quizá no, quizá se haya arrepentido y no vuelva nunca más a pisar este edificio asqueroso y sami caído de Marcelo T.

Ahora se me ocurre hablar de la materia que cursé hoy: Historia Moderna Social y Contemporánea en la teoría; todos los procesos importantes desde la Revolución Industrial y Francesa en adelante en la práctica. La clase empezaba a las 9, y obviamente con mi amigo Rolo, compañero desde hoy de vida y de carrera, llegamos 25 minutos tarde. Para nuestra sorpresa la clase aún no había comenzado, aunque sí ya estaban todos acomodados en sus lugares: nosotros, fieles al fondo. Al rato llegaron dos profesores: uno flaco y viejo, y una gorda simpática. El viejo se largó a hablar y a comentar algunas cosas de la materia: nada relevante. Era el jefe de cátedra. Al rato se retiró y nos dejó con la que sería nuestra primer profesora de la facultad. La primera impresión es que va a haber que leer bastante, que los temas están buenos... y que no voy a tener que preocuparme por llegar a horario… Ah, dos curiosidades: la profesora usaba un proyector para ir enseñándonos mapas y cuadros y también usaba un micrófono. Llamativo.

Lo que comenté recién son los teóricos de la materia, supuestamente obligatorios aunque no se tome lista: curiosa metodología. Luego tuvimos los prácticos, algo así como una clase más personal, de menor cantidad de gente, y en donde dos ayudantes te tiran toda la información que pueden en el poco tiempo con el que cuentan. El ayudante era un tipo joven, y no por eso con menor concomiento. Mostró pasión por lo que exponía lo cual ilusiona. Cuando salí del edificio de la Facultad de Ciencias Sociales, Rolito estuvo gracioso, al sacarse la campera comentó: "Saliendo de Sociología, vos con barba y yo con una remera roja, ¿Quién lo hubiera dicho?" La verdad, nadie, pensé, pero no dije nada y me reí, con una risa sincera. Al menos por ahora -y sólo por ahora- no tenemos rastas.

¿Qué más? Pienso ahora en el edificio, en el movimiento de gente, en el aire político que se respira y se va a respirar: ya se hablaron de dos días de paro para esta semana. Pienso también en que me va a dar un poco de fiaca tener periodismo y sociología en un mismo día, pero eso es lo que elegí, y espero no arrepentirme.

viernes, 12 de marzo de 2010

Qué le dirás

¿Qué le dirás, oh noble médico, a la madre del chiquito cuando requiera tu asistencia, cuando te exija una respuesta? ¿Le dirás que su hijo sufre de desnutrición en grado tres, que necesita alimentarse, que su problema es la falta de comida? ¿Qué harás cuando tus tantos años de estudio, tus tantos libros leídos, no te sirvan para cumplir con tu sincero deseo de ayudar? ¿En dónde te meterás tus eficaces investigaciones, tus largas noches de ciencia? ¿Para quiénes habrás investigado, con qué fines lo habrás hecho?

¿Entenderás que tus años de facultad han resultado inútiles? ¿Qué le dirás al morocho de los suburbios, cuando te presente a sus hijos de 5 y 2 añitos con episodios recurrentes de vómitos, cuando les saques sus remeras y se dejen ver ronchas en sus pieles y sus panzas hinchadas? ¿Le dirás, con la frialdad que te caracteriza, con la profesionalidad a la que tantos pacientes te han acostumbrado, que el problema es, simplemente, el agua que beben, el agua que no tienen? ¿Qué harás, en fin, cuando recetar un remedio no sea la solución? ¿Qué harás cuando la respuesta no la encuentres en tus manuales? ¿Qué harás cuando te fallen tus tantos años de ciencia? ¿Qué harás cuando tu mente enciclopédica te juegue una mala pasada?

Entenderás que ninguna tarea, ninguna profesión per se puede servirle a todos por igual, que la ciencia cumple un rol, y ella por sí sola, por más años de formación, es siempre funcional, que sólo cubre baches. Profundizar; profundizar no vamos a aprender en la escuela. Quizá algunos casos fuera de los manuales, de las academias te sugieran no despreciar otros saberes, como alguna vez soberbiamente lo hiciste; porque ninguno por sí sólo puede triunfar; y triunfar significa transformar algo las cosas.

martes, 9 de marzo de 2010

Partido suspendido

Por falta de jugadores
Partido entre "La Probeta" y "La Noche" suspendido
Es la segunda vez que sucede en el año

El partido de fútbol cinco que debía desarrollarse ayer por la tarde entre el equipo de fútbol amateur "La Probeta de Giselle" y el equipo "La Noche" debajo de la Autopista fue suspendido por falta de jugadores y debió postergarse para la semana que viene. Es la segunda vez que sucede en el año. Los jugadores demostraron su preocupación a los periodistas que aguardaban el encuentro. El partido estaba fechado para las tres de la tarde y se iba a realizar normalmente, pero la ausencia de dos futbolistas del equipo de "La Probeta" y de uno de "La Noche" hicieron imposible la realización del mismo.

Los jugadores que asistieron llegaron a los vestuarios diez minutos antes de lo pactado. A las tres de la tarde, ante la pregunta de uno de los colegas, los jugadores de ambos equipos estaban seguros de obtener el "quorum" necesario para llevar a cabo el partido tan esperado (por ellos mismos). Esperaron hasta pasadas las tres y cuarto, pero no hubo noticias de los hasta ese entonces jugadores ausentes. Los ánimos se empezaron a caldear y los futbolistas no disimularon su enojo a los periodistas: Nicolás Woszezenczuk, del plantel probetiano declaró: "Son unos pelotudos. Siempre lo mismo".

Pero lo peor estaba por venir. A las tres y veinte, todavía con el desarrollo del partido incierto, los capitanes de ambos equipos (Maximiliano Niz por "La Probeta" y Santiago Vázquez por "La Noche") acordaron llamar a los ausentes sin aviso. Según Maximiliano, uno de los jugadores de su equipo se ausentó debido a que "se había olvidado del partido". El otro ausente excusó que "tenía un partido de basquet femenino", lo que indignó de sobremanera a quienes habían llegado puntualmente al encuentro. El jugador faltante de "La Noche", sin embargo, generó aún más bronca en los presentes: "Salí con mi novia" fue lo que dijo, según el capitán de este equipo.

Finalmente, y ya con la suspensión inevitable del partido, los representantes de ambos equipos decidieron postergar el encuentro para la semana entrante, aunque algunos de los jugadores ya comentaban por lo bajo: "No se puede jugar con ellos".