lunes, 28 de septiembre de 2009

Momentitos

Él vuelve a servir y la espuma rebalsa. Otra ronda más y van unas cuantas ya. Sonríen, comentan, a veces se gritan y bromean. La noche es cada vez más espesa y las miradas se nublan. Los pensamientos en algunos casos se atrofian y en otros se agitan y agigantan. Los movimientos, torpes, se ralentizan y a veces se confunden. Las luces surgen borrosas y algo más distantes, dentro de una oscuridad que los envuelve y de una música de orquesta que los transporta a quien sabe dónde. Más allá una señora de edad baila sin ritmo pero con una gracia que enloquece medio salón. Pura sensualidad y movimiento. Más cerca, en la mesa, otra señora juega y se divierte con los muchachos y muestra gentilmente sus enormes atributos. Las miradas a esta hora se cruzan sin discreción, con fantasía y coraje. En la barra algunos ya cabecean, y se suman nuevas sillas.

De repente alguien me recuerda desde el rincón de la mesa, me pregunta, qué es la vida sino estos momentos. Y me quedo pensando. Qué es la vida sino esto. Los miro nuevamente. Levanto la jarra y bebo. La noche se apaga.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Cien

Suena el gatillo. Un ruido seco y un silencio atroz, profundo, se sucede. Las cosas de momento quedan suspendidas, inmóviles, y los pensamientos se confunden. El ruido del gatillo se repite, aún más cercano, y retumba en los oídos de los dos.

La misma sensación, el mismo escalofrío. Los cuerpos absortos y el mismo silencio se repite. Luego una frase; seca, rápida, que los devuelve de la confusión y el aturdimiento, que los petrifica pero devuelve a algo así como a la vida, que se sella en sus memorias y los reta a un incierto pero, al fin, último esperar: "Cuenten hasta cien, si cuentan noventa y nueve los hago cagar a los dos".

El ruido a pasos que se alejan y la indecisión y el desconcierto. Los segundos se prolongan como nunca antes y se suceden lentamente. Los dos cuentan para adentro con el temor a ser escuchados. Cuentan con el temor a que todo se acabe de un momento a otro, con el temor a la nada

Se sienten cerca pero lo desconocen. Sólo cuentan y esperan. "Noventa y ocho, noventa y nueve... cien, cientouno". "¡Alfredo! ¡Alfredo! ¡Estamos libres! ¡Ya está! Dejá de contar, boludo", grita una de las figuras mientras se quita la capucha con una alegría que recordará por siempre. Alfredo seguía contando, arrodillado y con la cabeza gacha, con la misma desconfianza del principio y con el miedo intacto, -el mismo pavor a la muerte que lo perseguía desde hacía siete años.

"¡Alfredo!". Todavía en la oscuridad, Alfredo recibe los brazos de su compañera y éstos le brindan esa seguridad que el número ciento uno no logró brindarle. Se levanta lentamente, con dificultad y lágrimas en los ojos, aún algo desconcertado. Repite los movimientos de su compañera y la abraza infinitamente, la aprieta fuertemente, y ella lo hace de igual manera. Una mirada más, sincera y reconfortante, reparadora. Ambos saben el infierno que han vivido; palabras no necesitan.

Luego el ruido lejano a coches que se alejan. No saben dónde están, ni qué pasará después, pero de momento están solos, y son libres.

martes, 8 de septiembre de 2009

Te necesito

Te necesito como las frutillas a la crema chantilly,
como el mar a la arena, y el sol a la luna

Te necesito como el mal precisa al bien,
como la leche al puré,
la merienda al nesquick,
y la coca al fernet.

Te necesito como los hermanos se necesitan,
como la milanesa a las papas fritas,
como el salame al queso,
y el leber a las galletitas.

Te necesito como la noche al atardecer; sos para mí
lo que una linterna es a la oscuridad,
lo que un abrigo al frío,
y lo que un secreto a un amigo.

No hay pescado sin pez, como no hay memoria sin olvido,
como no hay cena sin vino, y como no hay vos sin yo.

Sos para mí lo que un nido es a un árbol,
lo que una bombilla es al mate,
lo que el termo a un viaje,
lo que el viento al molino,
lo que la lluvia a la tierra,
y lo que el fuego a la parri.

Te necesito, exijo, como el pan a la manteca,
como letrado y biblioteca, como patova y discoteca,
y como Giselle... a la Probeta.
Como la muerte a la vida, como la soledad a las drogas,
y el traidor a la soga.

Te necesito a mi lado como un banco a una plaza,
como quinto a Saraza, y tercero a Queotracasa,
como primero a Malabia, y la sopa a Mafalda,
como el penal a la falta, como el aceite a la palta,
como una adolescente a la falda.

Como el chori al chimichurri, como el huevo a Revuelto,
como la noche a Nachito, y la octava a Tito,
como lo rústico a Zaki, y la décima a Maxi...

Como lo pelado a Javo, y Jere al asado,
como el cinco a Daro, y el arco a gabo,
y la vuelta a la Sesta...

Como el marxismo al Manifiesto, y la basura en el cesto,
como la isla a Cuba, y el caribe a Aruba,
como Sociología a la Uba, y el vino a la uva...

Mucho más que eso te necesito, de verdad.