domingo, 25 de diciembre de 2011

De despedidas y algo más

Laila me ignora. O no me escucha, no lo sé. Pero ella sigue tirada ahí, durmiendo, o esperando no sé bien qué. No sé si es que está vieja o es que ya no me tiene ese afecto que me tenía. Que nos teníamos. Pero no me recibe como antes, ni me pone cara de nada. Ya ni pide que la pasee. No me viene con su hocico todo mojado de recién haber tomado agua para romperme las pelotas y pedirme una salidita al mundo exterior -al menos una manzana, creo que diría si pudiese conversarme-. Para peor, no sé si es culpa mía o su vejez. Culpa de no limpiarle el patio, de de alguna manera ser el que la obliga a pasar un día entero (dos incluso) acostada ahí debajo de la mesa de plástico del patio esperando vaya a saber qué, durmiendo vaya a saber para qué. El otro día de gran calor, al menos, le di unos cuantos baldazos de agua fría que recibió sin moverse, para luego sacudirse y mojar con esas gotas que no molestan pero que dejan un olor a perro que no está tan bueno -porque nada más feo que el olor a perro grande, y encima mojado-. Recuerdo que dejé que me mojes, pero no sé si es suficiente. Laila, espero haber sido un buen dueño para ti.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por favor que viva 100 años, que ya me encariñé con Laila.
Por los posts que le dedicás me animo a decir que sos bastante buen dueño...

Arlequin dijo...

Creo que todos tus lectores le tenemos un gran cariño a Laila!
Eso tiene que ser una buena señal :)