jueves, 8 de diciembre de 2011

Son decisiones

El puto tardaba en responder los mensajes. Peor, a veces ni los respondía. Pero ella, mitad no querer ver, mitad ya fue, creyó que era todo parte de un juego, que aunque no entendía bien cuál, aceptaba con gusto; la clandestinidad, como a cualquiera, le divertía y le sentaba bien. Por lo menos al principio.

Después el chabón se fue convirtiendo en una obsesión. Era el hijo de puta que le encantaba, el hijo de puta con que todas las minitas querían estar y con el que sólo ella había podido. A costa de entregarle todo y él nada, sólo ella lo había logrado.

Al comienzo pensó que todo lo controlaba. Ese pendejo no me va a tener como quiere, pensaba. Las amigas le decían que tenía novia, pero ella no entendía, o no quería entender (esa es, finalmente, la gran duda de todo esto: ¿lo entiende y no lo quiere entender? ¿lo entiende y se hace la boluda?).

¿Cómo, si hasta en las putas redes sociales, con foto, etiquetaciones y hasta "me gusta" y hasta unos cuantos te amo había en internet? Si se los veía tan perfectitos por qué la iba a ver a ella, apretarla, besarla. Cogerla. ¿Por qué? Cómo, cagarla así, después de dos años de novios con "la puta esa". Cómo, si para el mundo era otra la que figuraba debajo de su foto tan tierna a continuación de la frase "Tiene una relación con".

De alguna manera, era como si ella no existiese.

Sin embargo, la posibilidad de que entre ellos algo existiera estaba latente. Lo estaba desde un principio, y lo era todo. Después, aún cada vez más lejana, siguió presente en su mente. Era cuestión de tiempo, pensaba, se convencía o lo intentaba. El tipo desaparecería de su cabeza, pronto conseguiría otro chongo, otro clavo que le sacase ese clavo, clavote, y todo lo mierda que la había tratado. Pero los tiempos, menos cuando uno los piensa y los repiensa constantemente, menos cuando los intenta moldear como si fueran arcilla, no se deciden como nosotros queremos.

Ya ni lo disfrutaba a su chongo cuando se veían, era una especie de cumplir. Pero era una rutina de la que le costaba y no quería salir (¿y no quería...?). Una rutina que le exigía tomar una decisión que ella postergaba. Porque, como siempre supo, la posibilidad aún hoy, la chance pequeñita de que algo le gustase a él, estaba, existía. Y hasta no rechazarla por completo, iba a seguir apostando. Jugando sus cartas en este juego que se le iba, se le fue, o se le estaba yendo cada vez más de las manos. A la mierda.

"En un año vas a pensar que es un asco. Te vas a preguntar cómo pudiste estar con él con lo feo que es. Ahora te encanta, pero ya vas a ver", le aseguraba una de sus best frends. Como desde hacía rato, había tiempos para que ese flaco con bigotes dejase de ser su fetiche, su objeto deseado, pero cuanto más pensaba en ellos, cuanto más los esperaba, más indomables, inciertos y hasta hostiles se volvían.

Hasta se preocupaba por estar linda, por estar perfecta y femenina. Cuando él, hoy lo percibe, claramente le chupa un huevo. No se preocupa ni por ella ni por nada. Ni por una camisa limpia ni por acompañarla a las cinco de la mañana a esperar el bondi que tardaba horas en llegar y otras tantas más en ir hasta su casa.

Al menos pagaba el telo, se excusaba ella frente a las exigencias morales de sus compañeros, algunos noviando y amando, otros noviando sin amar, y otros amando en un lado y noviando en otro. Ella no decía nada, casi, pero se servía más fernet y en intimidad con alguno y rojos los cachetes lograba llegar hasta el fondo de todo: "Jamás voy a estar con alguien así, me encanta. ¿Y si lo pierdo qué?".

Él, claro, era parte de esa autoestima por el piso; su culpable o al menos su copartícipe necesario -no importa-. Ahora, su argumento era imbatible. Y si lo perdía, ¿qué? Pero había que tomar una decisión.

En eso, el celular que vibra. Un mensaje: "¿Nos vemos?". Y una respuesta: "Dale".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si hubiera una estrellita que dijera "I like this post" la clickearía =)
Saludos!