miércoles, 10 de agosto de 2011

Errores

Creo que no son eso, pero a veces dudo y pienso que cada despedida fue un error; que cada adiós, una equivocación. Pero, ¿y si no es así? ¿Si cada lágrima, si cada ida y vuelta, nos hicieron darnos cuenta que a todo momento, que a cada paso, por más lejos que estemos, estás vos, estoy yo? Qué si sirvieron para superar viejos miedos -hoy qué fácil hacernos los piolas- e inseguridades que de a poco fueron cediendo pero que ¡ay!, aún hoy, cómo cuestan.

Si me subo al subte y aunque haya lugar no me siento sino que lo recorro de principio a fin, a ver si las casualidades -que nos llevaron a estar juntos- nos dan, otra vez, una manito y nos hacen encontrarnos y reírnos como la primera vez. Como en cada reencuentro.

Si corro un bondi porque me parece haberte visto y me siento un estúpido cuando el semáforo, esta vez, no me ayuda -no nos ayuda-, sino que se pone verde, bien verde, para que me canse y el colectivo se esfume entre autos y avenidas. ¿Qué si las casualidades nos dan, ahora, la espalda? ¿Las forzamos? ¿O dejamos pasarnos?

Porque yo podría haber decidido no ir ese día a la toma y no nos hubiese visto Palo calentando agua en la cocina para tomarnos un té, ni tampoco hubiésemos calentado ese rinconcito debajo de las escaleras. Ni me hubiese enterado que eras una dulce nena de mamá con tristes horarios a respetar.

Porque, peor, yo podría haber estado de buen humor y haberte contestado que sí, que ahí te traía el trago que me pedías y vos te hubieses alejado, borracha y con los cachetes rosados, sin decirme que era un hijo de puta como luego me encantaría escucharte. Como luego te encantaría decirme.

Ojalá se nos cruce un sabio y nos diga: "Déjense de joder, no van a encontrar este cariño que hoy se tienen en ningún otro lado". Aunque mejor, y de esto estoy seguro, démonos cuenta solitos: vos y yo. Hoy creo que el único error es no decirte todo lo que pienso y siento: que sos vos el mejor de los sentidos. Perdón: que sos mi mejor sentido.

No hay comentarios: