viernes, 8 de julio de 2011

En el ojo de la tormenta

"Cuarto piso, suban por allá", nos indica el gordo de seguridad después de anotarnos en la planilla: nombre, apellido, DNI, horario de ingreso y empresa nos pide. Entramos al ascensor, que para nuestra sorpresa tiene sólo tres botones: "Tocá el tercero y subimos por la escalera", arriesga María, que liquida sus nervios con una de sus uñas pintadas color violeta. Al salir, un pelado, sentado sólo en una sala de producción llena de aparatos y micrófonos, gira con la silla y acierta: "¿Para Víctor Hugo? Suban por ahí".

Unos pasos más. Ya en el pasillo se escucha su voz, que resuena idéntica como por las mañanas y nos petrifica. Dudamos unos minutos: no sabemos si interrumpir la nota o hacer algún ruido que dé cuenta de nuestra espera, hasta que finalmente Nico avanza: "Son y veinte, vamos", dice intentando mostrar seguridad.

Se hacen las y veinticinco seguimos ahí parados. Nuestro tiempo era hasta las y media: ¿qué va a pasar? ¿nos dice que vengamos otro día? ¿estuvimos mal en no cortarlos? Mientras, Víctor Hugo le reprocha la construcción de una pregunta en la que los conceptos lo habían mareado, y eso nos aterra. Igual, el periodista pone voz gruesa pero nada más, pienso.

María continúa con sus uñas.

En eso el entrevistador futuramente entrevistado por ¡nosotros! lo corta en seco: "Bueno, ¿cuánto tiempo crees que tenés?". El otro intenta zafar y sonríe. Ya parado y con el grabador en mano, arriesga su última pregunta: "¿Qué consejo le darías a los jóvenes periodistas?" (o sea: a nosotros que estábamos ahí parados como lechugas). La pregunta me interesa, pienso, pero es totalmente estúpida y se la deben haber hecho mil veces.

Y obviamente, la respuesta del gran Víctor Hugo es la que ya repitió en las últimas entrevistas que andan circulando: "Que tengan ganas de meterse en esta pelea", finaliza y le da la mano, cordial.

Ya es nuestro turno, nos decimos con las miradas tensas, pero no: el usurpador de nuestros preciados quince minutos de entrevista continúa:

-¿Podrías venir a dar una charla a nuestra institución?
-¿Cómo?- se muestra sorprendido el uruguayo.

Le repite la pregunta, pero en vano. ¿Acaso no sabía el iluso que Víctor Hugo no da charlas para alumnos ni para empresas? "No, no", repite, "tengo tres horas por día libres nada más", dice, contundente, y casi que lo echa. Pienso que por las últimas respuestas debe tener una cara de culo terrible y unas ganas de terminar con todas estas notas obvias y de porquería más grandes aún. Pero no.

Se acerca y nos extiende la mano, uno por uno. "Hola chicos, ¿cómo andan?", saluda con una sonrisa amable que hace que sus ojos se conviertan en dos rayitas, bien a lo Víctor Hugo. Respondemos como estatuas. Como en toda la entrevista, él toma la delantera: "¿Es con grabador? Entonces vengan por acá". Nos guía a una salita pequeña con una mesa en el medio llena de diarios y revistas. Abre la puerta y pide a las dos personas dentro si le puedan dejar la sala. No hay respuesta, pero se van. Nosotros pasamos y nos sentamos, sacamos los grabadores y esperamos. Son y media pasadas: ¿nos dará más de cinco minutos?

Ya ni nos cruzamos las miradas.

Tras dos minutos eternos el despertador de todas mis mañanas entra y cierra la puerta. Se sienta rápidamente y estira los brazos hacia adelante, mostrándose dispuesto. María, con dos uñas menos, le explica:

-Somos alumnos de periodismo y estábamos...
-Bueno, bueno, eso no importa, empiecen nomás.

Claro, ¿cuántas notas por día, por semana, debe dar el tipo? Millones, como para interesarse en los motivos, móviles y fines de cada una de sus entrevistas. Imposible. Así que es hora de asumir el papel que habíamos acordado.

-¿Te sentís en el ojo de la tormenta entre un periodismo de oposición y uno oficialista?- pregunto casi con la voz partida.
-En el ojo de la tormenta estoy, hay lío- responde con una amabilidad y una predisposición que no esperaba, y hasta con una sonrisa pícara.
-¿Te metieron, o te metiste?-
-Las circunstancias son de participar- explica con interés y desarrolla con una tranquilidad envidiable- Es decir, la vida está hecha de asumir determinado tipo de riesgos. Yo hago un programa de actualidad que conlleva también un poco de opinión. Amo pasar música, la tarea creativa, educacional, científica; todo lo que uno puede meter en un programa de radio, pero también ahí cabe la política. Y en este momento, el nivel de participación en política es muy fuerte, de todos. El involucramiento es inevitable, y estoy, en consecuencia, atado a ese barco en la tempestad.

"Atado a un barco en la tempestad" es una de las frases que me quedarían dando vueltas, como tantas otras. Continúo y le pregunto cuáles son las medidas que más allá de los aciertos que resalta del gobierno este debe profundizar. En el medio me interrumpe, como a la defensiva: "No, no, nunca resalto, ¿cuál acierto?", y me paralizo, pero enseguida, para mi alivio, se corrige: "Bueno, sí, está bien, temas generales...".

-La Asignación Universal comienza a ser insuficiente y hay que aumentarla. Esto que acaba de hacer la Presidenta para la gente del Sur, habría que hacerlo para todos urgentemente. Creo que se impone un aumento como del 30% como para que no pierda eficacia. En cualquier momento van a ser papeles los billetes, porque es indudable que hay precios más altos que no sé si aplicarle la palabra inflación; yo creo que sí, que la hay, después discutimos cuánto.

Me cuesta prestarle atención a sus palabras. Hoy, que lo tengo de cerca, le presto atención a su gran nariz y a su mirada, que decir que es profunda es poco.

Gracias al grabador puedo continuar su respuesta: "Es urgente también no descuidar a los jubilados y cuidar muchísimo más los índices de salud sobre todo en las provincias del norte". "Hay que atacar de una manera más directa las circunstancias", señala. También critica a la Presidenta por no haber ido a presenciar los problemas que se produjeron a razón de la erupción del volcán chileno en el sur de nuestro país: "se pierde de participar activamente en algunas cosas para no mostrarse demagógica", opina.

En eso suena el teléfono. Mejor dicho, vuelve a sonar, y Víctor Hugo, esta vez, atiende: "¿Hola? Sí, soy yo, llamame en diez minutos que estoy en una nota". ¡En una nota! dice como para reconfortarnos, y enseguida vuelve a la carga:

-Me parece que se pueden hacer las mismas cosas mejor, y, sobre todo, profundizarlas. En líneas generales, hay varias cosas que el gobierno hace bien, pero debe profundizar a muerte la lucha contra la corrupción; nunca la va a aventar, pero todo episodio que aparece de escasa transparencia es lo que lo complica y lo que más lo compromete- resume. El gobierno, con quien se mantiene cercano tras el enfrentamiento con los grupos mediático-corporativos, parece preopcuparlo.

Mejor dicho: lo preocupa.

Cuando habla de la corrupción hace referencia a una naturaleza del ser humano, maligna, ambiciosa y cruel: "Es muy embromado el hombre en su naturaleza", indica, y pregunta: "si no, ¿por qué la derecha y el capitalismo pueden propender, siendo una salvajada?", preparando el terreno para avanzar con las preguntas.

Maneja la entrevista de pe a pa, aunque deja frases para nosotros, sospecho, memorables: "Éticamente estamos discutiendo dentro del capitalismo cómo hacerlo más salvaje, menos salvaje, socialdemocracia, capitalismo salvaje estadounidense, lo que fuere, pero nunca estamos planteando una sociedad más igualitaria como la que se plantea y concreta, para mi gusto de una manera cada vez más plausible en Cuba", opina con una armonía y una sonoridad que deslumbra: "Como la que se planteea y concreta, de una manera cada vez más plausible en Cuba" -otra de sus frases.

Como la cincuentona del departamento de la esquina pasea a su caniche toy, Víctor Hugo nos pasea ahora por Cuba y la cosa resulta interesante: ¿siempre se generará esta confianza?, me pregunto en el momento.

Nos habla de incentivos, a través de los cuales vive el capitalismo y que le hacen tanta falta al socialismo cubano. De la dificultad de unir sociedad igualitaria con sociedad libertaria: "Capaz que en Cuba funcionaría como un elemento negativo frente a la imposibilidad de decir lo que quiero", nos confiesa, astuto. Nos cuenta que viajó dos veces a la Isla. Ante la pregunta de una posible Revolución Cubana en Argentina responde, contundente, sobre su imposibilidad: "Acá no podés hacer nada, no podés ponerle un impuesto al campo sin que haya líos. No podés contra nada que implique los factores de poder; ni a la Iglesia podés molestar".

Cambiando de tema, María le pregunta por su religiosidad pero no la deja terminar. No hasta antes aclarar que no se considera "bastante religioso" aunque rece todas las noches desde hace más de 50 años: "Tengo muy buena relación con Cristo, voy a misa de vez en cuando, me gusta sentarme en una iglesia y su silencio me hace bien. Pero seguramente si encontrara ese silencio en cualquier sitio me gustaría también", explica.

De alguna manera, nos acaba de decir que en la tormenta en la que está, en la guerra que se metió y que, muchos le reconocen, se animó a luchar con valentía sin ceder ni matizar siquiera su tono confrontativo, sólo extraña el silencio.

Recién ahí Morales, tiempista como el Diez de Boca, cede la palabra y permite la pregunta acerca de la despenalización del aborto. Se muestra de acuerdo y argumenta: "Todos en nuestras familias hemos tenido circunstancias por el estilo. La diferencia es el cómo: en una buena clínica o en una mala, y esto es una gran desigualdad". Lo mismo con la marihuana, aunque reconoce que aún algunos mitos le generan cierta incomodidad.

Se explaya luego sobre los problemas que tuvo en canal 7 con su programa Desayuno, dejando frases en el camino: "Nadie se anima contra el poder corporativo mediático. En cambio, contra el gobierno se anima cualquier chitrulo".

Víctor Hugo no dice tonto, dice chitrulo (lunfardo); tampoco existir, sino propender; tampoco terminar, sino aventar. Ese es Víctor Hugo; sus palabras son sus armas y pareciera que las tiene cuidadosamente seleccionadas. Lo dijo alguna vez: hombre de radio, es bueno en el uno a uno, con los micrófonos y las cámaras, pero con mucha gente los nervios le juegan en contra.

Ya con casi veinte minutos de entrevista, nuestro entrevistado suena más íntimo y hasta nos hace creer que le caímos bien -y hasta quizás, quien sabe, es cierto-:

-Cada vez estoy más vigilado- se lamenta.

Es que está, como bien sabe, "en el ojo de la tormenta", en un barco en medio de una tempestad.

-Soy bien visto por el gobierno en este momento porque en la pelea que mantienen con las corporaciones yo estoy mucho más lejos de ellas que del gobierno- aclara, como si hiciesra falta.

Ya se perdió de transmitir el Mundial por Canal 7 -"para no darles el gusto"- y ahora nos cuenta que le hicieron una oferta desde la televisión para conducir un programa en un canal que maneja Villarroel. "Estoy viendo, peleando conmigo mismo a ver qué hago con eso...", se sincera.

En este sentido, dice que cuida cada detalle al hacer sus programas: nos cuenta que no trata el tema de las tomas de secundarios porque considera que hay una intención política detrás: "No es casual que las elecciones sean el domingo", dice, aunque enseguida admite que puede estar equivocado.

"No voy a hacerle una nota a un chico que ocupa un colegio para que me diga: Macri es un inútil, no en este momento", agrega. Y en esa decisión, arriesgada quizás, casi vanidosa, pienso que radica su grandeza.

Sus respuestas empiezan a hacer más breves y ya siendo casi las 6 y 50 la intención es obvia: que le digamos: "Terminamos acá, muchas gracias", pero imposible. Cada uno de nosotros arroja sus últimos dardos, pequeños darditos, pero me quedo a propósito con el último, que lo arrojo perfectamente al final. La pregunta entra justito antes de la chicharra, como un gol convertido en el último minuto del tiempo de descuento.

-¿Estás más convencido hoy de limitar la concentración mediática después de todas las repercusiones tras la sanción de la Ley de Medios?

-¿Pero qué te parece?- contesta, cómplice- Si no se puede poner en marcha la cláusula antimonopólica, la ley de medios va a tener cosas lindas y útiles, pero nada más que lindas: no va a cumplir la finalidad que tenía antes- y tras un silencio retoma, con ganas y golpeando la mesa, interrumpiendo una pregunta de uno de mis colegas y mirándome fijamente- Que la ley de medios no se pueda aplicar demuestra, ¡fijate si tendrán poder!, la falta que esta hacía.

Estoy hecho. Y ahí justo suena el teléfono y el relator, hoy de árbitro, pita el final: "Bueno, chicos, yo ya...", y atiende. Es el final. Nosotros nos vamos parando: ¿Nos tendremos que ir sin un saludo? ¿Sin demostrarle nuestra admiración?

Es entonces cuando corre el tubo de la oreja y nos extiende, otra vez y con esa sonrisa y ojos achinados, la mano. Me hubiese gustado decirle lo mucho que admiraba su coraje y su profesionalismo; de hecho, lo lamenté en ese momento, pero luego me quedaría tranquilo.

Es que estoy contento. No por las preguntas, que fueron tontas, superficiales y hasta con un tono inseguro y nervioso, sino porque siento que él se fue con la certeza de que lo entrevistaron tres jóvenes que no se comieron ni se comen el verso mediático del libro de Majul o las últimas goriladas, siempre a la orden del día, respecto a su "giro hacia el oficialismo" y su supuesta venta al gobierno de turno.

"Ustedes son jóvenes, tienen que ser observadores de todo; saber cómo son las cosas y no dejarse trabajar la cabeza", nos aconsejó hacia el final del partido-entrevista. No hizo falta preguntarle. Lo soltó casi como un cariño: "No se dejen trabajar la cabeza".

1 comentario:

locucho dijo...

De más está decir mi opinión sobre la nota, o sobre el hombre (no cabe otra definición, se quedan cortas o no encajan). Pero sí dos cosas que me venían a la cabeza al leer:

Víctor Hugo no dice tonto, dice chitrulo (lunfardo); tampoco existir, sino propender; tampoco terminar, sino aventar. Ese es Víctor Hugo; sus palabras son sus armas y pareciera que las tiene cuidadosamente seleccionadas. Lo dijo alguna vez: hombre de radio, es bueno en el uno a uno, con los micrófonos y las cámaras, pero con mucha gente los nervios le juegan en contra.

Tres muchachos a los que quizá esa experiencia les será bisagra, pensando que a él le juegan en contra los nervios ante mucha gente, pero ante uno sólo ellos temblaban como ante un ejército. Cuánto puede representar una persona en un momento y lugar determinado. Y estoy pensando en figuras mucho más inalcanzables (e inabarcables) hoy, como el Che.

Lo otro: En este sentido, dice que cuida cada detalle al hacer sus programas: nos cuenta que no trata el tema de las tomas de secundarios porque considera que hay una intención política detrás: "No es casual que las elecciones sean el domingo", dice, aunque enseguida admite que puede estar equivocado. "No voy a hacerle una nota a un chico que ocupa un colegio para que me diga: Macri es un inútil, no en este momento", y en esa decisión, arriesgada quizás, casi vanidosa, pienso que radica su grandeza.

Yo lo veo como "prudencia", no tanto en el sentido mezquino que se puede encontrar en el discurso diario y coloquial, sino con la acepción de una de las cuatro virtudes cardinales, la templanza, la sensatez, la cautela al momento de discernir.

Por último: qué bueno, me alegro.