sábado, 2 de junio de 2012

Un día raro

A las once en punto estoy ahí. Quizás ya todo haya terminado y ella ya no esté pero entro, pregunto y me indican la segunda puerta.Allí está, echada en una mesa sin moverse con una frazada que la recubre. Apenas mueve la cabeza unos centímetros. Todavía está boba por la anestesia.

Ella, tirada, no me ve entrar. Me acerco con cuidado. No le quiero demostrar que sí, que es hoy un día raro, pero Laila no es boluda, lo sabe, lo nota desde hace días. Entonces me paro a su lado, la acaricio y apenas me puede seguir con los ojitos tristes, con una mirada que pareciera preguntarme cuánto falta o estar pidiendo en silencio sacame de acá. Al menos la cola que sobresale por detrás empieza, de a poco, a agitarse como contenta.

Una hora duró la operación. Un tumor, encontrado por la vecina cuando le acariciaba y le revisaba la panza en busca de esas bolitas que, sabía, empiezan a surgir a esta edad.

-¿Y, cómo está la diosa?- pregunta al pasar la médica con una sonrisa.
-Bien, todavía dormida, pero levantándose de a poco.
-Vengan, vamos a ponerle la remera...

Como si fuera de papel a Laila le ponemos su primera ropa. Pero la que trajimos le queda corta, no le cubre los diez puntos y hay que improvisar. Por suerte, la mía, blanca, que tengo puesta, le queda mejor y hasta le combina con sus pelos dorados. Y hasta está calentita.

Pasan los minutos y las caricias y sigue sin reaccionar. Una hora dijo el anestesista que tardaría en poder pararse. Ya casi. La médica juega con que está cómoda y no se quiere ir. Siempre tan simpática... Cuando vuelve a pasar a los diez minutos nos dice que la bajemos. "Vamos, Laila", le insistimos y ella mira con verguenza. En el primer intento, la cerámica y sus pies temorosos la traicionan y se desploma, sus patitas traseras patinan. En el segundo, también. Recién diez minutos después se levanta, cuando nadie le insistía ya y ella no era el foco de todas las miradas.

En la calle, por primera vez camina "junto", como le indicábamos, rogábamos y también imponíamos cuando era chica. Se choca con las paredes, los escalones le cuestan.

Tiene una faja también que le cubre la zona operada, para que no se rasque ni se muerda, y unas cintas en las patas, donde también le sacaron unas verrugas extrañas. Está rara, lo sabe, pero en esas dos cuadras despierta esas mismas sonrisas de siempre:

-¡Un guau guau!- grita un chico desde el cochesito e intenta con desesperación poder tocarla, aunque no lo logra ya que su mamá apura el paso.

Al rato, en la intimidad del cuarto, ya todo pasó.

-¿Fue un día raro, no Laila?
-Sí, pero ya estamos en casa- pareciera contestar ella, echada con las piernas cruzadas, con su mirada. Y mi remera.

4 comentarios:

tecontaretodo dijo...

En casa, echada, con su mirada... y tu remera...

Florci dijo...

Que triste que es ver cuando están anestesiados, a mi me desespera. A mi perrita tambien la tuvieron que operar para sacarle un quiste del costado del lomo. Me gustó que hayas improvisado con tu remera y que ahora ella esté bien en casa, calentita y querida.
Un beso daro y me adhiero al cariño virtual.

Ayelén B. dijo...

chiquita, espero que ya se sienta mejor y que la esten cuidando como se merece.
un beso darito, espero verte pronto (:

algo de vos dijo...

queremos a laila
y a tu remera blanca que seguro le encantó
y a vos masomenos, aunque te portaste bien con laili

me gusta el texto, una bonita manera de contarlo. guagua a laila y que se recupere bien y mueva mucho la cola