miércoles, 2 de mayo de 2012

Una contra letal

Promedia el segundo tiempo. El Siete desborda, tira el centro y la pelota le rebota al Javo, que cubre con solidez, aunque con ahogo, la banda derecha.

Córner. El partido está empatado. Los de Atlético suben todos, desesperados por el gol que les dé el triunfo y la punta del campeonato. Sin embargo, dos deben retroceder para marcar; la Probeta deja sus dos delanteros en mitad de cancha y apuesta a la lotería del despeje.

El Diez patea, la bocha toma una comba extraña y se abre, lo que le permite a Rolo, forcejeando con un rival, entrarle de lleno y rechazar hacia el mediocampo. Mientras en el aire, el plantel probetiano -titulares y suplentes- respira aliviado; otro tiro de esquina sin peligro real de gol, el arco que se mantiene en cero, todas cosas para festejar. Pero algo pasa. Son dos segundos. El balón, de incierto destino, imprime velocidad y está por caer.

Uno de los defensores, que se había quedado aguantando a los mediapuntas, privado de la efímera ilusión de inflar el arco, de la posibilidad de la gloria tan buscada, pretende dar el frentazo pero se confía y el Nueve, de espaldas, aguanta su carga y le impide el cabezazo.

Ninguno conecta. La pelota sigue su destino. Más adelante, pica y agarra velocidad. Y allí es cuando aparece Gabino, delantero estreno de esta temporada para el equipo recién ascendido. Pegado a un defensor, la cubre y se lanza en velocidad. Y aquí es donde el relato falla, porque nadie se acordará de qué es bien lo qué hace Gabo, de cómo es que de repente el otro defensor se le aproxima también a él y lo obligan a darse vuelta, a retroceder. Tampoco nadie entenderá cómo es que Rolo, que había despejado y se sabe: sufre de problemas para correr en demasía, llegará solito por el medio gritando desaforadamente que se la pase, que estaba sólo y que ése debía ser su gol.

Lo cierto es que Gabino da una voltereta extraña y con ambas marcas encima, cuando ya todos creían que la perdía -y algunos ya comenzaban a insultarlo por comilón-, logra dar el pase, la estocada final. Por suerte o por habilidad, no importa, tanto el Nueve como Rolo, están fuera del área por lo que están libres de la espada traicionera del ofsaid. Entonces el Nueve lo ve a su compañero en tremebunda desesperación y decide dejar la pelota pasar, con el movimiento de su cuerpo sutil que le indica: "Tomá, es tuya".

Así que Rolo recibe -más tarde le dirá a este último: "¡Me tiraste el muerto, hijo de puta!"- y con casi un meneo de cintura, que es casi una pieza de baile, de concierto, para la pelota con la zurda y se toma su tiempo para definir. Son, otra vez, dos segundos. O menos. Pero suficientes para que el Colorado Diuk piense: "Si no lo mete es horrible", para que Pipa piense: "Más vale que ésta la metan", para que Bota: "Pegale, dale" y para que todo el equipo se ilusione.

Entonces, la eternidad. El arquero que da un paso hacia adelante con valentía y se prepara para el paraíso o la crucifixión. Rolo que desenfunda su zurda y abre el pie como los que saben, como si realmente supiese; Rolo, que hoy no perdona. Mediante un lindo gesto técnico, cruza la pelota y ésta da vida a la red.

4 comentarios:

Florci dijo...

Insisto que disfruto mucho tus relatos sobre los partidos. Esos segundos que definen la vida o la muerte deben ser por demás estresantes para todos los que están viéndolo. Ni hablar para el protagonista.

Diuk dijo...

Divino Darito, muy lindo. Y aclaro que sigo pensando lo mismo de Rolo pero hay que admitir que nos dio una altisima victoria.

A seguir asi que no se como pero silbando bajito venimos invictos.

Un abrazo

martina dijo...

la verdad que me saco el sombrero (y un poco el prejuicio), muuy bueno el video, amerita escucharlo varias veces

Ayelén B. dijo...

No puedo dejar de leerlo y tener imágenes vívidas de lo que estas contando. Lo que habrá puteado el pobre Rolo. Congrats muchachos !