sábado, 17 de septiembre de 2011

Médicos

La médica, de rosa, me hace pasar a la última puerta, al fondo del pasillo. El cuarto es pequeño, triste, con una ventana que da al interior del edificio, una mesita pequeña con un aparato lleno de cables y una camilla. "Sacate la remera y acostate boca arriba", me dice sin mirarme a los ojos jamás.

Me acuesto y sin más me pincha los pies, las muñecas y las tetillas. Luego da vuelta con la silla y comienza a manejar el aparatito. Me da risa el frío de los "cables", pero la evito a toda costa. La médica aprieta un botón y manipula unos papeles. El electrocardiograma apenas tarda unos minutos.

Al rato, para mi sorpresa, me entrega un rollo de papel en donde aparecen gráficos de líneas rectas que por momentos, y en idénticos períodos, suben hasta arriba de todo abruptamente para luego volver a caer.

-Ya está
-¿Está todo bien?
-Sí, está todo normal. Vaya nomás

Era obvio, lo sospechaba desde un comienzo: la medicina y la ciencia moderna no iban a percatarse de este corazón roto en mil pedazos. Médicos...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los médicos les tienen pavor a los electrocardiogramas... dicen que nunca se ha visto ninguuno de ellos. Secreto profesional, dicen...

María dijo...

ay!
no!