viernes, 9 de septiembre de 2011

Hombres

No tienen punto medio. O un extremo o el otro. O tardan una eternidad (“dale, flaco, estoy apurada, me tengo que ir”) o en dos minutos listo (el famoso “ya terminé”). Cuántas veces los bancamos y hacemos como que está todo genial, pero no. Ni siquiera se dan cuenta, eso es lo más triste. Y encima, después, cuando algún día se los decimos: “¿Podrías tardar un poco más?” -o mejor: “Che, ¿te pasa algo?”- nos tenemos que bancar esa cara de perritos mojados y esa pregunta tan obvia pero que, depende el cariño que le tengamos en particular, callaremos o contestaremos de manera implacable y sin retorno: “¿Tan malo soy?”. “Nooo, boludo, no te preocupés, ¿no te das cuenta que sos un embole en la cama?”, deberíamos decir, pero a veces callamos y dejemos pasar la oportunidad. Y seguimos en el jueguito. A veces el tiempo arregla la cosa, pero a veces no. ¿Es que puede ser que los hombres sean tan egoístas? ¿Qué les cuesta sólo un poquito más? Un poquito de control, nada más. Hombres… si no tienen ganas que avisen. Así podemos dormir un ratito o comernos un chocolate o mirar alguna serie de Warner o, por enésima vez, algún capitulito de Friends que ya nos conocemos de memoria; pero no, ellos prefieren hacernos perder el tiempo. La próxima voy a mirar la tele de reojo, ya fue. Y si esto sigue así, la próxima te dejo, y ahí ya vas a volver a darme buen sexo, pescado, o te creés que no los conocemos, si son más simples que la tabla del dos. O dos minutos o dos horas, esa es la cuestión. Jamás un punto medio, jamás una noche que termine en goleada para nosotras. Después, para colmo, cuando una quiere asumir la conducción, la típica: si querés ir despacito (y más despacito también), sos una histérica; pero si querés sacarte todo de una e ir al grano, sos una trola, una “rapidita”. Si querés sentirlo, ir volviéndote loca y más loca con cada beso, cada caricia, cada sonido al oído, cada respiración; si tenés ganas de jugar con los dedos, las manos y recorrer la piel del otro suavemente, muy suave y cada vez un poquito más hasta volverlo loco, perdiste. Porque es como un partido de… Nunca sabés cuando todo puede terminar. Además de que después te tilden de lenta, aburrida y todo eso. Ahora, claro, si querés acorralarlo al otro contra la pared, comerlo a besos y gritarle todo lo que te surja, es demasiado rápido, demasiado pasional. Hombres… Para ellos no hay punto medio. Y cómo nos duele. Pero ya te voy a dejar, gordinflón, ya te voy a decir la verdad y te voy a bajar cuatro dientes de autoestima. Y sinó la ropa. Si te ponés una pollera, un short o un vestido corto es MUY corto, muy provocativo; estás insinuando. Ahora si te ponés un buzo de ellos que te queda grande, holgado, que no te marca nada, es muy poco, no insinuás. No nada. Dale, flaco, ¿qué te pensás, que me visto para vos? Dejame de joder. Si tengo ganas de estar cómoda con una remera 5 talles más grande que el mío no me rompás las pelotas. ¿No te gusta? Vení y sacámela. Hombres… Si querés más, te tenés que bancar alta cara de culo (qué hijos de puta) y si no querés más, ahí sí agarrate... En fin, como diría un gran compañero de la vida: lo mejor: tener sexo verdadero, ese en el que ambos se aman con locura y se quieren millonadas; ese en el que uno aprende a disfrutar cada segundo sin dejar de pensar ni un instante en el otro, porque la felicidad del otro es la tuya y la tuya es la del otro. Lo mejor, sin duda, es sentir… nunca, nunca, dejar de sentir.

2 comentarios:

Cata dijo...

Muy buena respuesta.
Simple pero real.

María dijo...

Es muy buena
Creo que los hombres se asustan con las súper mujeres
Para dar espacio a que mi mi amado pueda expresar su amor, su cariño y su arte, tuve que bajar 100000000 cambios y darme cuenta que no estoy tolerando ni siendo paciente, sino dejando que se expanda y eso me abraza entera y me sostiene en el aire.