sábado, 18 de diciembre de 2010

Tres días por un pasaje

Una larga fila de personas que llevan bolsas de dormir, aislantes, colchas y reposeras se forma en la estación de Retiro desde la madrugada del domingo 14 de noviembre. Pareciera que están próximas a emprender unas vacaciones, pero no. La fila es para sacar pasajes para viajar en tren a Tucumán tres meses después, el 11 de febrero; las frazadas son porque ya esas personas están advertidas: saben que para conseguir tales pasajes deberán dormir dos noches en el frío suelo de la terminal.

El local de la empresa Ferrocentral S.A., que tiene la concesión del recorrido Retiro-Córdoba-Tucumán, permanece cerrado, pero hay varios carteles. Uno de ellos anuncia: “Noviembre: agotado, diciembre: agotado, enero: agotado, 4 de febrero: agotado, 7 de febrero: agotado, 11 de febrero: venta el martes 17”. El otro, no menos pesimista, dice así: “La empresa entregará por orden de llegada 85 números, asegurándoles a estos la posibilidad de conseguir pasajes”.

El problema”, explica Marcos, “es que la lista se empieza a armar recién a la tarde, y antes del mediodía acá va a haber más de cien personas”. Marcos quiso sacar pasajes para el 7 de febrero el martes pasado –había hecho cola desde el domingo- pero era tanta la cantidad de gente que en el tumulto “hubo vivos que se colaron” y él, como otros, quedó afuera. Previsor, hoy Marcos trajo un talonario y repartió los 85 números entre los que iban llegando: “Esta vez nadie me va a cagar”, ruge. Camila, universitaria de 19 años, vino con sus amigas y trajo tres reposeras: “Igual, la gente está curada de espanto, me miran como si nada”, acota. A ella, que llegó pasadas las siete, le tocó el número 65.

Miguel, encargado de la organización de la venta de los pasajes, llega poco después del mediodía con un guardia de seguridad, también contratado por la empresa y se encuentra con que los 85 números ya están asignados. Es una suerte para él, ya que solo deberá anotar nombre, apellido, DNI y explicar lo de siempre: que se permiten un máximo de cinco pasajes por personas y diez en caso de grupo familiar, que nadie puede irse de la fila y que en todo caso deberán hacer turnos con alguien que los suplante. Los 85 nombres anotados en la planilla deberán cuidar su lugar en la fila durante dos días ya que la ventanilla de venta se abre recién el martes 16 por la madrugada.

Llegado al número 86 –porque la fila cuenta con unas 30 personas más al mediodía-, aclara a los que vienen detrás, sin pelos en la lengua, que los va a anotar “por las dudas” pero que “probablemente no consigan pasajes”. Allí termina la tarea de Miguel hasta la noche, cuando vuelve a pasar para corroborar la presencia de los 85 elegidos. Si alguno no está, automáticamente el número 86 ocupa su lugar, pero, aclara enseguida, para la desilusión de quienes están detrás, y con una cierta amabilidad, que “eso generalmente no pasa”.

La tarea de Miguel no es solo anotar y verificar la planilla; también debe atender los reclamos de las personas, los enojos e insultos, que no son pocos ni injustificados. Sin pelos en la lengua, Miguel reconoce que hay “cientos que se quedan afuera”, pero también que, dadas las condiciones, éste es el mejor sistema, y, finalmente, el único posible. Su sinceridad y honestidad a la hora de tratar con la desesperación de quienes se han arrimado tarde a Retiro es la principal causa de por qué la indignación e impotencia generales no pasan a mayores.

Hay quienes están una semana o más viviendo acá para sacar pasajes; es una locura”, comenta Claudio, quien, como la gran mayoría, si no consigue los pasajes no puede viajar. “¿Cómo hago para viajar con toda mi familia sino? Viajando en tren me ahorro 2400 pesos”, insiste.

La posibilidad de obtener el pasaje es un bien muy preciado. El pasaje más barato, categoría turista, sale 45 pesos, con descuentos para jubilados, pensionados, estudiantes y personas discapacitadas. El tren, con capacidad para unas 560 personas, no alcanza para cubrir la excesiva demanda de pasajes; en la actualidad se realizan aproximadamente 2 viajes semanales cuando en 1978 se realizaban entre 4 y 6 por día.

Roxana, recostada paciente y solitaria sobre la pared de un local, escucha la conversación y explica que todos los años es lo mismo, pero que este en especial es un desastre: “El año pasado el pasaje en micro estaba a 200 pesos; hoy está a 400”. Al lado de ella, un señor agrega: “Antes gastabas una platita más y te ahorrabas unas seis, siete horas; hoy la diferencia con el colectivo es enorme, todo el mundo quiere viajar en tren”, aplicando una lógica imbatible.

La resignación en las personas que hacen fila es grande, así como la impotencia. Algunos insultan a la empresa, otros al Estado, los menos al guardia de seguridad; otros se desquitan con Miguel. Nadie sabe bien por qué no hay más trenes, pero todos coinciden en que esto es una “locura”. Mismo Miguel, quien comenta llevándose una mano a la frente: “Hace dos meses trabajo acá, creo que me estoy volviendo loco”.

Desde el domingo, y hasta el martes a las 9, se arrimarán personas para hacer fila para viajar el 11 de febrero pero ya los lugares estarán ocupados, les explicará Miguel, con esa amabilidad con la que se gana cariñosamente el apodo de “Bigote” entre quienes comparten estos tres días de espera. Para el 11 de febrero, oficialmente a partir del mediodía, ya no quedan pasajes.

La empresa, resultado de la unión de Nuevo Central Argentino y Ferrovías, tomó el corredor Retiro-Tucumán hace cinco años, reinaugurándolo luego del desmantelamiento de la red ferroviaria producida en parte durante la dictadura y en parte durante el menemismo, pero el servicio sigue siendo insuficiente. “Antes el tren a Tucumán tardaba 16 horas; hoy tarda 26 o más; ni sabes si llegas. Pasa que hoy no hay máquinas ni trenes ni vagones: el estado de las vías desde Santiago del Estero a Tucumán es desastroso”, explica Miguel, con la misma sinceridad que le dice al número 86 que no conseguirá pasajes. Ante la pregunta de por qué no hay mayor frecuencia, agrega, aunque en un tono más bajo: “Es mucha la presión: un tren son 20 colectivos”, aplicando una lógica, otra vez, imbatible. “Tenés que ir a hablar con la Secretaría de Transporte”, finaliza, desentendiéndose.

A las nueve de la mañana del martes se terminará de vender la capacidad total del tren. Habrá abrazos, besos, y hasta aplausos para algunos, luego de una convivencia de tres días en las que hubo mates, cartas e insultos compartidos. Mientras, sobre los locales de Retiro se irá formando una nueva fila; la del 14 de febrero.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

El servicio d Ferrocentral es EXCELENTE. Y ademas no es cierto q "no sabes si llegas". Hace muchos anos q este tren no es noticia como antes por sus problemas.

Gonza dijo...

Muy buen laburo final Daro!

Darío dijo...

Gracias Gonzalito por leerlo (: (largá el tuyo)

Anónimo: ¡es cierto que el servicio es muy bueno! pero si no es noticia no es por falta de problemas, eso es lo que intenté decir. Será bueno, pero para pocos. Gracias por el aporte, anónimus.

Anónimo dijo...

coincido con gonza, muy bueno daro!, de paso comento aca que tambien me parecio muy copado el del pescador!
saludos, Juan

Cro dijo...

buena data.
ojalá se recupere aunque sea un poco la frecuencia de los trenes y pueda viajar más gente, sobretodo pensando que hay mucha gente del norte q vive acá, muchas familias separadas por tantos km. pienso en rosa que me cuidó de chica, tenia a su hijo alla.
me indigna.
abrazo dm