sábado, 25 de diciembre de 2010

Cap. 1: "El pedido de un niño"

Juan le pidió a Papa Noel una bicicleta, el juego de mesa que le había visto a Pedro, una playstation tres, unos botines para jugar al fútbol, una pelota, unas cartas al viejo estilo de las magic, unos muñequitos que se habían puesto de moda en los recreos de su colegio, un álbum de figuritas que no podía conseguir desde hacía tiempo, un auto a control remoto, etcétera.

No pidió mucho más que otros años, ni en calidad ni cantidad. Básicamente, se trataba, para Juan, de una renovación casi completa de su placard de juguetes: en vez de la play 2, Juan había pedido para esta Navidad la play 3; en vez de los muñecos de tal, Juan había pedido los de cual. Había solamente algo extraño en la lista de pedidos, en la última de las líneas. Algo que sorprendió de sobremanera a su mamá. “Tu trineo”, había concluido la carta Juan.

Mamá estaba en problemas. Le había dicho, insistido, que pida todo lo que quiera: “Papa Noel es bueno, y si te portaste bien en el año te va a traer todo lo que quieras, como a cualquiera de los niños del mundo”, le había dicho con una sonrisa bien de madre unos días atrás. Pero esta vez, pensaba ella, fue demasiado.

Lo sentó a su querido hijo de tan sólo siete años a la mesa. Con su voz más tierna y comprensible, intentó explicarle que la idea del trineo era una locura. Le dijo que era imposible empaquetar un trineo y ponerlo debajo del arbolito, le dijo que el trineo era peligroso para manejar, que la bicicleta era más cómoda y simplemente mejor. Pero Juan se mantenía en silencio, díscolo, incapaz de comprender tan sencillas razones. “¿Cómo va a hacer Papa Noel para seguir entregando regalos si vos le pedís el trineo?”, fue la última estrategia de mamá. Juan no cedió siquiera un centímetro. No entraba en su lógica lo que le decía mamá: él sólo entendía que se había portado bien, y que se merecía todo lo que quisiese –eso le habían dicho–.

Intervino el padre a pedido de la madre, pero no hubo caso. Juan no estaba acostumbrado a los “no”, y su deseo crecía cada vez más. El trineo era, ahora, el regalo más esperado. Tener una buena Navidad empezaba a depender exclusivamente de que Papa Noel le traiga el tan ansiado trineo que había visto tantas veces en el cine y en la tele.

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