miércoles, 7 de julio de 2010

Cobardía

Se conocieron en una de esas fiestas de estudiantes, en el último año. Se conocieron por renombre; apenas charlaron, cruzaron sólo algunas palabras y unas pocas miradas; un sólo beso frío y distante. Antes, apenas se sabían el uno al otro; ni siquiera de vista se tenían. El Colegio era grande y no compartían horarios. "Un gusto", se saludaron aquella primera noche.

No volvieron a hablar después de mucho tiempo, pero cuando lo hicieron parecían viejos conocidos. Él se ilusionó fácilmente, aunque casi ni se acordaba de Julieta. Era, como antes, el renombre; el mantener vivo el recuerdo. Era, sin ningún lugar a dudas, el desafío del imposible. Porque "¿Qué era el amor sino eso, permanentes desafíos?", se preguntaba. También eran esos ojos celestes, ese pelo revuelto y oscuro... su mirada discreta, pequeña, aunque profundamente expresiva... su cuerpo perfecto. También eso, sí.

Como un niño que espera la llegada de Papa Noel, mantuvo el entusiasmo mientras conversaron Pero se quedó allí, no supo dar un paso más allá. Con la misma frialdad que se habían saludado esa primera noche, que quizá sólo él recordaba -no lo sabía-, Julieta le comentó, como quien comenta lo nublado de un día en otoño, que se iba del país, que se iba a cursar sus estudios superiores a Estados Unidos. Él no supo que responder. Fue un flechazo que no se esperaba, aunque debería haberlo hecho. De repente, no tenía todo el tiempo del mundo para conquistarla, ni para oirla. No se atrevió a decir nada. Apenas un: en cuánto tiempo. "La próxima semana", fue su respuesta, áspera y displicente, con la misma -casi- indiferencia de siempre, esa que lo hacía pensar en ella día y noche. Y ahí estaba toda la clave del asunto: en ese casi.

No se volvieron a hablar. Él seguía pensando cómo reaccionar: y así llego el último día. No se atrevía a llamarla. Estaba perdido, derrotado. Rememoró cada una de sus conversaciones con Julieta, cada intento frustrado de declararle su silenciosa pero terrible fascinación. El recuerdo de aquella noche en la que se habían conocido se hacía cada vez más lejano; sus ganas de revivirlo aumentaban a medida que el final se encontraba cada vez más próximo e inevitable, inexorable tragedia.

Revisando cada una de sus charlas, cada uno de sus pensamientos, diseñó una última estrategia, una última maniobra. Sólo había un sólo y único horario, día y lugar en que se podrían encontrar ellos dos. No había más que intentarlo. No podía hacer otra cosa. "No a esta altura", se decía a sí mismo, se convencía, siempre para adentro.

Estuvo a punto de ir a la esquina, de pasar por el bar y buscarla; como lo había planeado. Era la última oportunidad, el encuentro definitivo; la maniobra, el desenlace esperado. Creía implícito que de encontrarse allí, en ese sucio café en el que habían mantenido las pocas charlas que mantuvieron pero que sin embargo lo habían enamorado perdidamente, las palabras no harían falta. "Va a estar todo dicho", pensaba, maquinándose, alimentándose de un amor que nunca fue ni sería. Ya eran casi las 5, y estaba caminando, impaciente, hacia la esquina en la que -pensaba- encontraría a Julieta o la perdería por siempre. Pensaba demasiado.

Y dudó. Dudó y se preguntó: "¿Cómo puedo pensar que me va a dar bola? ¿A mí, justo a mí? Con esa figura hermosa que tiene, esos ojos preciosos...". Y sí, casi que no la conocía a Julieta, en eso tenía razón. Pero no era ella. Era su renombre, su figura; su recuerdo el que lo hacía creer en que podría llegar a conseguir esa figurita imposible, esa del album que siempre le había faltado y que hoy representaba Julieta.

La recordó, nuevamente, como en tantas de sus noches frías y solitarias, y luego de un largo suspiro, dio medio vuelta, arrepentido de sus pensamientos y sentimientos, y se volvió a sus tristes sábanas, sabiendo que nunca más la volvería a ver: "Ahora sí, vas a tener que olvidarte", se repetía a sí mismo.

A las 5 y cuarto, Julieta miró a ambos costados y decidió irse.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Dari!! que lindas cosas que escribis!! super bonitas las palabras q usas... felicitaciones!!! besitos!! tu hermanita Pau

Anónimo dijo...

Hola!
Qué bueno que nos des la oportunidad de volver a leer tus escritos!
Si Julieta no sólo te prestó atención una, sino dos veces... no necesitás mucho más para jugar tu carta. Ese es el indicador!
De última, no sería, tal vez, la mujer de tu vida, pero sí alguien con quien compartir un buen rato, disfrutando.
Te quiero mucho pen. Emocionaste a todos!