lunes, 5 de marzo de 2012

Un final feliz

La loca fracasada, también habitualmente conocida como vieja conchuda, abre la puerta y se dispone a pronunciar un nombre. Si es el mío, cagué, pienso. Pero zafo. Hoy la suerte está de mi lado, continúa mi cabeza...

Ayer, en el otro final, la cosa fue al revés. Me tocó la peor. Me tuvo una hora charlando de cosas que no estaban en el programa y para peor, cosas que ni ella parecía saber o entender. Aunque, pensándolo en frío, qué mejor que un profesor que se dispone a debatir, en instancias de un exámen, asuntos que ni los libros concluyen ni alumno y docente siquiera conocen. Este pensamiento fue el que me llevó a contradecir a mis lindos y compinches compañeros que me auguraban un tierno: "Te va a hacer mierda", o que directamente se reían de que me tocase a mí y no a ellos, la ya famosa loca de historia -porque, lo sabían, si yo entraba en ese momento, en la más de una hora que me tomase a mí, ellos ya habrían rendido. Y así fue. Cuando salí, ya todos lo habían hecho y tenían en sus caras esa expresión tan de feliz cumple años, tan de "aprobé" o, peor, de "me quedó nueve". Tan de ya haberlo hecho, sí.

Cuestión que al rato sale de vuelta y confirmo lo sospechado: la suerte, hoy, está de mi lado. "Susana", dice, casi que sentencia, y Susana, resignada, se levanta del piso como quien se entrega a una pena ya conocida, en este caso, el tan temido aplazo.

Cuando se abre la puerta nuevamente, vieja conchuda no aparece, sino Pablo, el copado de estadística. Pregunta por mi nombre y ahí me le aparezco, con cara de pelotudo (busco y busco pero no encuentro descripción más certera) aunque intentando disimular lo gratificante de haber evitado a la loca fracasada de los teóricos.

Me hace pasar y me acompaña con el brazo. "Vení, vamos para allá, ¿está bien?", me señala el fondo del aula donde había dos bancos enfrentados. Yo asiento y entre los pasos y el silencio agrega, mientras me mira a los ojos con una mueca pícara y hasta divertida: "Vamos al rincón de los jubilados", dice y espera mi sonrisa, que llega pero, claro, con algunos nervios inocultables.

-Y decime, Darío, ¿querés empezar por algún tema?- pregunta volviendo a una cierta seriedad- ¿Hay algunos que te hayan gustado especialmente de la cursada?-

La verdad, ninguno. Pero respondo con intención de tomar la delantera que sí, que dos había preparado. ¡Dos! Dos le digo. Y mis pensamientos se confunden, mis palabras se aceleran y se entorpecen; ¿cómo voy a decir dos, animal? pareciera cuestionarme mi conciencia. Pero sigo, le tiro los últimos dos temas que había repasado en los cinco minutos previos: distribución normal y diseño experimental y su respuesta, al menos en su rostro, es positiva y el primer round es mío. Es como que no esperaba esa piña, un alumno insolente que en vez de demostrarle con nervios lo poco que había estudiado le diga que dos eran los orales preparados. El riesgo, claro, era mantener la buena parada después...

-Bueno, adelante Darío- me dice y calla, cruzando sus manos y apoyándolas en la mesa con aire de dale, te escucho, así que comienzo.

-La distribución normal es la expresión matemática...

Con dos definiciones exactas de la guía, casi que estudiadas de memoria, me aseguro su confianza, que sospecho ganada de ante mano a pesar de creer que no nos conocíamos. Pero sí. Es más: con el negro Pablo nos sentimos parecidos -una especie de "hay onda", sí-.

Y prontamente el final va tomando color. Después de pasearme sutilmente por algunos temas de la cursada a los que respondo algunos bien algunos no tanto, nos reímos. Es que de repente me tira un chiste acerca de su materia que ya es su vocación, la estadística: "Podrían haberlo dicho de otra manera, ¿no? Algo más fácil, ¿no? Pero la metodología es así, complicada", divaga Pablito, a lo que me prendo instantáneamente con el objetivo de demorar -porque la demora, claro, siempre juega a favor del estudiante-.

El oral está próximo a su final. Antes ya hubo una instancia escrita, así que Pablo, que se queda sin temas para pasearme pita el final: "Bueno, creo que ya está, ¿no?", me pregunta con esa complicidad que había inaugurado con esa primer acotación del "rincón de jubilados", sospechosamente destinada hacia mí -¿me conocía o no de antes? es la duda que me queda- y hasta me deja un silencio para responder: "Creo que sí".

Nos levantamos y nos apretamos las manos. Nos hasta deseamos buena suerte y declaramos el deseo de que el año que viene nos volvemos a cruzar por los pasillos de esta, la tan destruida pero cariñosa facultad de Marcelo T. Y la formalidad no es falsa, es que con el negro Pablo el afecto es sincero. Y cómplice.

Entonces nos dirigimos de vuelta al estrado principal, y al anotarme en la planilla y pedirme una firma, se dirige a la vieja conchuda con un: "Brillante este chico, eh; un nueve", declara, lo que significa mi victoria total. Loca de mierda no puede hacer nada, zafé de sus garras, de sus preguntas maliciosas y de su ignorancia profunda; fue Pablo el que hizo justicia, sí. Y la vieja de los teóricos ya no puede hacer nada. El gancho está puesto; a Pablo, esta vez, lo tengo de mi lado.

Antes de irme, le devuelvo esa sonrisa cómplice al negro y a la loca, que me mira con esos ojos llenos de fuego y que me inquiere con esa mirada de "esta vez zafás pero la próxima...", sólo le junto los labios y le regalo una fría expresión de "Tomá, vieja puta. Por esa pregunta que valía dos puntos y que me la tachaste completamente, tomá, sí, porque sé que fuiste vos la que me corrigió esa prueba y me mandó a final por esa pregunta de mierda; acá tenés el nueve. Y otra vez será".

3 comentarios:

Florci dijo...

No se si seré una persona que odia a la sociedad o una persona a la que le gusta descargar la bronca pero mis partes favoritas siempre incluian insultos.
Felicitaciones por tu glorioso y victorioso nueve y felicitaciones por taparle la boca a la vieja conchuda.

Ayelén B. dijo...

No hay nada mejor que el karma encargándose de las viejas conchudas. Congratulations :)

Pau dijo...

Volver a leerte, llegar otra vez a esa magia...
Muy copado el texto, negro.