martes, 13 de marzo de 2012

¿El gol como un orgasmo?

La alegría de un gol es incomparable. Es la excusa para abrazar a un amigo a quien no abrazás hace meses. La excusa para abrazar al amigo que te traicionó. La excusa para achicar esa distancia que desde la secundaria se viene dando entre unos viejos amigos de colegio.

Es que el fútbol es otra cosa que el tenis o el golf; es un deporte colectivo. Y en él, como en todo, la unión hace a la fuerza. El equipo está por encima de la individualidad que haya convertido el gol. En el fútbol, en el potrero, la cuestión no es convertir sino ser protagonista, ponerse la camiseta y transpirarla. Y en el fútbol, como en el amor, no se trata sólo de pegarle al arco. Y esto no quiere decir que este desenlace final no sea importante -si no hay goles, no hay triunfo posible, se sabe-, pero un lindo gol no es lo mismo que uno feo, vaya verdad, y, además, sin una buena construcción, sin una buena jugada, sin un buen toqueteo, el gol es más díficil...

El fútbol, como el amor, es belleza, es esfuerzo y sudor pero también lágrimas. La felicidad puede ser absoluta, pero también todo lo contrario... Después del pitido final (ejem), es la victoria, la derrota o el empate. No hay grises, tan sólo un puñado de posibilidades: felicidad, fracaso, o amargura; sentimientos que pueden durar todo un día entero o toda la semana, o, quién sabe, toda una vida. Sentimientos totales.

Quien meta el gol no cuenta; el gol vale sólo uno convierta quien lo convierta. La hinchada lo siente propio ya sea de Juan o de Pedro. Los goles valen. Y como dije antes, un gol se festeja más o menos por su construcción; por su esfuerzo colectivo. Por eso el fútbol no lo disfruta sólo el 9 ni lo sufre sólo el último hombre, el 2. Una asistencia puede ser mucho más valiosa en comparación con quien dio la estocada final, con quien remató la jugada. Los goles lindos no son de uno; en el amor es igual.

Hay algo, sí, en que el fútbol supera al amor, y lo convirte en la peor pesadilla de tu novia. Y es que, al contrario de lo que sucede en aquél, en el fútbol el defensor, el mediocampista, y hasta el arquero festejan como suyo el orgasmo del goleador y al revés; hasta los suplentes y los que están fuera pueden sentir el gol, vivirlo, como si lo hubiesen marcado ellos. Es que el orgasmo del gol, simultáneo y sin comparación, es colectivo.

Y esa es nuestra mayor tentación, su peor competencia. Ustedes lo saben...

2 comentarios:

algo de vos dijo...

me gustó
mucho
muchomucho
quiero que vuelvan los domingos de campo y bondiolas y que estalle la probeta

Florci dijo...

Hay algo, sí, en que el fútbol supera al amor, y lo convirte en la peor pesadilla de tu novia.

Esas mujeres no entienden de pasiones entonces.
Y la almohada representa justamente eso. Es uno de los mejores regalos.