miércoles, 6 de mayo de 2009

Qué felicidad

No sabes que contento me pone reencontrarme con Orestes. Una sonrisa infantil se impregna en mi cara, y mis ojos se agrandan. Me siento un nene con el cucurucho más grande del mundo, con el regalo de navidad más preciado. Me siento ese niño que fui y que extraño ser. Lo siento más cerca, al menos. Simplemente por saber, por tener la certeza de que aquel personaje de mi imaginación, no sólo fue, sino que ahora también es. Es y seguirá siendo presente. No digo que haya dejado de serlo alguna vez, pero ahora se renuevan mis expectativas y mi curiosidad se agiganta a cada minuto. Como juguete olvidado, Orestes vuelve al lugar que se había ganado, al primer plano de mis pensamientos. Será que lo necesitaba. Que lo necesitaba o lo extrañaba, no lo sé, ni me importa. Pero sé que estas no van a ser páginas de un libro cualquiera, de una novela. Van a ser las páginas de la vida de mi gran amigo y compañero Orestes.

1 comentario:

locucho dijo...

Y creo que Orestes te va a acompañar el resto de tu vida, marcando el paso y muchas veces ayudando a distinguir el camino, bastante tapado por la niebla.