Él la buscó, la buscó y parecía perderla. Lo intentó. Aunque se detuvo, decepcionado. Ya no creía. Nunca creyó. Sin embargo esperó. Esperó y supo por fin encontrarla. O ella lo encontró a él, quizá. Fueron años para él. Se encontraron. Se mezclaron. Juntaron sus labios en una noche de estrellas cómplices, de nubes ausentes, de vientos partícipes. Todo se silenció. Sus bocas hablaban un lenguaje que ambos conocían. Se contagiaban de interés. Se entrelazaban cada vez más, aunque todavía apenas lo insinuaban. No sospechaban un futuro. O quizá sí. Lo ignoraban; disfrutaban del momento, se deleitaban de sus venturas. No medían sus actos. Era temprano para eso. El encuentro se consumaba, pensado desde hacía mucho tiempo. Ellos disfrutaban del uno al otro. El mundo se reducía a esas dos siluetas en la oscuridad de la noche. Soledad compartida. Y nada más. Ya habría tiempo para arrepentirse.
sábado, 30 de agosto de 2008
miércoles, 13 de agosto de 2008
lunes, 11 de agosto de 2008
Salvador Allende
Pocos hombres tienen la voluntad, la firmeza de luchar por lo que creen digno. Pocos hombres se sienten capases de modificar la historia. Pocos hombres lo intentan. Aquellos que lo hacen son rápidamente convertidos en símbolos, en cánticos, en imágenes. Son las banderas que enarbolará el pueblo en su lucha continua sobre la desigualdad, la pobreza, el hambre y la miseria, sobre las injusticias. Pocos intelectuales pueden ver la realidad, y muchos menos contradecirla, aspirar a un cambio. Otros, los más, se dan vuelta como panqueques. Las falsas democracias de hoy en día representan a la mayoría (¿la representan?), pero hasta qué punto los trabajadores son capaces de soportar las arbitrairedades de sus patrones. Hasta qué punto se puede vivir oprimido. Las propias armas de estas democracias se encargarán de derrumbarlas, pero qué díficil cuando estas falsas democracias son defendidas por el Imperio, allá arriba. ¿Por qué tanto odio al pensar diferente? ¿Porqué tanto deseo de poder?
Supo exponer sus ideas. Supo defender sus ideales. Supo mantenerse firme. Supo enamorar a un pueblo entero. Supo identificarse con él. Con sus carencias y necesidades. Supo sacarlo a la calle. Con sus sueños. Sus demandas. Supo hacer valer a los olvidados. Supo despertar a un pueblo. Supo enseñarles el camino. Supo, como supieron otros en otros tiempos. Supo valerse de integridad, en un mundo donde las circunstancias le eran adversas. Supo enfrentarse al enemigo, de frente y sin resquicios.
Salvador Allende fue un verdadero intérprete de la voluntad popular. Perseguía un sueño, un ideal. Una utopía. La utopía de millones, de los más. Algo irreal en este mundo virtual de hoy en día, lleno de imágenes y falsedades. En este mundo lejos del cambio. Pero por qué dejarse engañar. Por qué no salir, por qué no pelear. Por qué no luchar. Por qué no apostar por lo que uno cree. Por qué no ganarse un lugar en los libros... si los hombres sin historia son la historia.
Allende se suicidó con un tiro en la cabeza.
Supo exponer sus ideas. Supo defender sus ideales. Supo mantenerse firme. Supo enamorar a un pueblo entero. Supo identificarse con él. Con sus carencias y necesidades. Supo sacarlo a la calle. Con sus sueños. Sus demandas. Supo hacer valer a los olvidados. Supo despertar a un pueblo. Supo enseñarles el camino. Supo, como supieron otros en otros tiempos. Supo valerse de integridad, en un mundo donde las circunstancias le eran adversas. Supo enfrentarse al enemigo, de frente y sin resquicios.
Salvador Allende fue un verdadero intérprete de la voluntad popular. Perseguía un sueño, un ideal. Una utopía. La utopía de millones, de los más. Algo irreal en este mundo virtual de hoy en día, lleno de imágenes y falsedades. En este mundo lejos del cambio. Pero por qué dejarse engañar. Por qué no salir, por qué no pelear. Por qué no luchar. Por qué no apostar por lo que uno cree. Por qué no ganarse un lugar en los libros... si los hombres sin historia son la historia.
Allende se suicidó con un tiro en la cabeza.
viernes, 1 de agosto de 2008
Desencuentro
Por ahí somos muy diferentes. Opuestos, quizá. Nada parecidos. No compartimos ni el mate, ni la comida, ni la música. Ni la personalidad, ni el presente, ni los sueños. Ni un pasado común siquiera. Nada. Todo indica que es cuestión de chocar contra una pared y distanciarse, como puede suceder.
Eran de ambientes diferenes. Nadie hubiese arriesgado nada por ellos. Formas de ser incompatibles. No compartían una conversación. Discentían en todo. Que uno blanco, que el otro negro. Se peleaban, llegaban a sufrirse el uno al otro. A dudar de la relación que construían. A dudar de la sinceridad del otro. Todo olía a despedida. A desencontrarse, una vez más y para siempre.
Pero su sonrisa puede unir cualquier cosa. Por eso es que quizá te quiero. Sólo por tu sonrisa. Que no es poco.
Eran de ambientes diferenes. Nadie hubiese arriesgado nada por ellos. Formas de ser incompatibles. No compartían una conversación. Discentían en todo. Que uno blanco, que el otro negro. Se peleaban, llegaban a sufrirse el uno al otro. A dudar de la relación que construían. A dudar de la sinceridad del otro. Todo olía a despedida. A desencontrarse, una vez más y para siempre.
Pero su sonrisa puede unir cualquier cosa. Por eso es que quizá te quiero. Sólo por tu sonrisa. Que no es poco.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)