viernes, 13 de junio de 2008

Búsqueda

Desde chico uno se cría, educa, crece, madura, intenta moldearse como quiere, como le dicen, como le indican. Quizás como está destinado a ser. Uno afronta problemas, encrucijadas, complicaciones, dificultades; debe uno aprender a caminar, a comer civilizadamente, a no chillar, a hablar, a comunicarse, a respetar, a convivir. Pero nunca nadie se encuentra siempre con una solución. Empieza a optar, elije. Se pueden elegir buenos o malos caminos, mejores o peores. Se recorre la vida. Se empieza a clarificar un trayecto, una vocación, un estilo de vida, una filosofía, una constante, una profesión. Uno ansía poder llegar a ser quien siempre soñó de pequeño. Esos sueños a partir de conocer a sus familiares, a sus amigos más cercanos, a personas admiradas, admirables, quizá algunos ídolos: superhéroes, políticos, músicos, futbolistas, escritores, hasta la persona más inesperada e insignificante. Uno busca una forma de ser, de mantener una personalidad, intenta estampar en sí lo que admira de otros. Actitudes, muecas, gestos, características, cualidades. Uno se vale de ejemplos para formarse. Los escucha, ve, observa; se mide, se compara, se vale de ellos. Forma además su conducta, sus expectativas, sus principios. Espera mantenerse fieles a ellos. Eso es lo que admira de otros.

Pero ahora recién empieza a transitar el camino de la vida, le falta muy poco. Tiene miedo de traicionar sus orígenes, sus causas, sus fundamentos. Vacila sobre su futuro. Sin embargo, se siente libre. Debe empezar a tomar decisiones que antes le eran ajenas. Ya es “grande”: cocina, bebe, maneja, se viste bien, viaja, aunque todavía depende. Esa dependencia a veces no lo favorece. De momentos lo altera, pero es natural. Cada vez se siente más libre, totalmente soberano de su vida. A veces se siente sólo en su camino, pero a veces piensa en la mitad del vaso lleno: ahora él maneja el volante; gira, dobla, busca, y sigue buscando, esperando encontrar. Deberá encontrar. Va a encontrar, no importa cuándo.

Luego trabaja, se empieza a ganar la vida. Quiere demostrarle a los demás y, sobre todo, a sí mismo, que puede, que ya no es un nene de mamá. Quizá le vaya bien, o no: no importa. Continuará trabajando, perfeccionándose. Buscará una estabilidad, una compañía, una manera de compartir su vida, su existencia, de dejar algo en esta vida, de no sentirse desperdiciado, así como vacío; de hacerse valer. Busca, y quizás encuentre. Su deseo de formar una familia, una casa, esos valores que desde chico le inculcaron: la familia, la propiedad y el amor.

Quería ser padre, lo sentía como una necesidad. Debía hacerlo. Rodeaban su cabeza sentimientos profundos; de indecisión, mezcla de inmadurez y a su vez de querer progresar, prosperar. Llegó un día en que quedó solo; su compañera, sus hijos y él. Ahora le tocaba transmitir esos valores que le habían inculcado desde joven a sus hijos. Al fin ahora se vislumbraba el camino; quizá más adelante podía llegar a ver una llegada, por ahora algo lejana. Aunque a veces le gustaba mirar para atrás, melancolía, nostalgia mediante.

Sólo una inquietud lo perturbaba en el final de su recorrido: ¿había hecho las cosas correctamente? ¿Fiel a sus principios? ¿Supo transmitir lo que alguna vez le fue transmitido? ¿Había cumplido con su rol en esta vida? Esas preguntas lo acosaban. Más que nunca se acordaba de su viejo, a quien de pequeño había tenido de amigo, ídolo y ejemplo. A veces se quedaba mirando a sus hijos mientras dormían, vacilaba unos instantes, y sonreía. Le bastaba con ser la mitad de lo que su viejo había sido para él: padre, ejemplo, y amigo. Terminó de contarles el cuento de todas las noches; su imaginación volaba, realmente se esmeraba, y ahora a él le tocaba irse a dormir. Al otro día no despertó.

1 comentario:

Fiore Muñoz. dijo...

Bueno, ya tuviste mi reacción impulsiva momentánea, pero es así como te dije y repito "es profundo por reflejar las cosas del día a día" claro, preciso y real.